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El fallo está en la cantidad de tiempo que sacamos al reloj yendo, viniendo, en atascos, en reuniones que se alargan, en discusiones, en querer convencer… etcétera, etcétera…
Pues bien, uno de los cuentos llamado “El buscador” de Jorge Bucay (“26 Cuentos para pensar”), expresa de una manera clarísima lo que debería ser una lección de cómo vivir el tiempo que tenemos. Cuenta, en resumen, como un “buscador” llegó a un cementerio, al llegar allí y fijarse en las lápidas se extrañó al ver que en todas ellas la edad más avanzada no pasaba de unas semanas, días o pocos años con suerte… Muy extrañado y horrorizado al pensar que allí sólo morían niños de corta edad preguntó al enterrador el secreto de aquellas fechas.
No había ningún secreto horrible, sino una preciosa tradición... a los 15 años de edad se regalaba una libreta a la persona que los cumplía donde debía apuntar a la izquierda el concepto del momento disfrutado, y a la derecha el tiempo que duró. Un beso, el nacimiento de tu hijo, un flechazo… Al morir todo ese tiempo se computaba y el resultado era el tiempo que realmente se vivió. Precioso, ¿no?
Y es que nos pasamos la vida avanzándonos al tiempo: ojalá deje de llover, cuando llegue verano haré limpieza, cuando sea mayor disfrutaré de mi independencia, cuando me jubile disfrutaré lo que no he podido, y de repente…¡zas! Se acabó tu tiempo…
Parece que el tiempo es ilimitado, y no… es limitado, es un bien preciado que se nos regala para hacer tantas cosas…
Aprovechemos bien los minutos y las horas, aspiremos cada segundo, pues no vuelve.
Si nos encomiendan una tarea, calibremos bien, el tiempo, concentrémonos, la organización es necesaria. Me dieron un consejo una vez, que me ha servido mucho para organizarme y no tener la sensación de que se acabó el día y no he hecho todo lo que tenía que hacer.
Apunta tu tarea pendiente, y asígnale un tiempo, por ejemplo 2 horas. Ahora coge un reloj y ponle ese tiempo en la alarma. Realiza a continuación la tarea hasta que la alarma suene… ¡riiing! Una vez ha sonado la alarma, deja esa actividad y ponte a hacer otra completamente diferente. Repite esta acción durante unos días… Verás como en muy poco tiempo, te sobrarán bastantes minutos, la actividad estará hecha y tendrás más tiempo para hacer aquello que realmente te importa.
La cuestión es poder “enseñar” a la mente a utilizar bien todos los recursos sin perder ni un minuto innecesariamente.
La vida es un constante vaivén de momentos, y situaciones, pero conseguir sacar más provecho de tu tiempo es, sin duda, fundamental para poder vivir la vida con plenitud. |